El jueves 12 de diciembre de 2019, tuvo lugar la tercera sesión del “Club de Lectura de Poesía Durán” de Huesca, que dedicamos a la poesía de Luis Rosales.
Luis Rosales Camacho (Granada, 31 de mayo de 1910-Madrid, 24 de octubre de 1992) fue un poeta y ensayista español de la generación de 1936. Miembro de la Real Academia Española y de la Hispanic Society of America desde 1962, obtuvo el Premio Cervantes en 1982 por el conjunto de su obra literaria.
La antología repartida por el moderador incluyó textos de sus siguientes libros: El contenido del corazón, La casa encendida y Rimas, principalmente.
Para entrar en materia, y con el fin de contextualizar la obra poética de este autor, se comentó el apunte biográfico de su papel en el episodio que daría lugar a la muerte de García Lorca.
Lorca y Rosales mantuvieron una estrechísima amistad y este último siempre declaró que, de haber tenido la mínima percepción de que la vida de Federico peligraba, nada malo le hubiera ocurrido. El fantasma de la traición a una amistad por encima de los ideales políticos siempre ha sido perseguido a Rosales, motejado por ello de poeta fascista. Cabe decir, como fue ampliamente comentado en la tertulia, que el oscurecimiento ideológico de una propuesta poética de toda excelencia como es la de este autor, es el mismo que ha afectado a otros de su misma generación como Luis Felipe Vivanco, Dionisio Ridruejo o Leopoldo Panero. Estos fueron englobados por el también poeta y profesor Dámaso Alonso, en la corriente literaria de poesía arraigada.
Uno de los puntos principales subrayado y comentado en la tertulia poética fue la doble faceta de escritor y a la vez de gran lector, intérprete y profesor de Luis Rosales. Se nota en sus poemas una ingente, cuidada y exquisita formación, que incluye, ante todo, a los grandes clásicos que han hecho poesía de los problemas nacionales y existenciales. Una de las influencias más importantes es, ante todo, Quevedo.
Lo mismo que Claudio Rodríguez, los asistentes vieron la veta hermética de la que este escritor se nutre, así como la renovación del lenguaje simbólico que opera a través de imágenes procedentes del grotesco, lo mismo que el citado Francisco de Quevedo.
El título de los poemas fue otro de los puntos que llamaron la atención de la propuesta lírica del andaluz. Se comentó lo atípico de estos, su longitud y su profunda ironía como sucede en: “Canción donde se explica, bien explicado, que al pronunciar una sola palabra puedes hacer tu biografía”, o en “El amor es una soldadura más o menos autógena”.
Además, otra forma de la ironía, y por lo tanto de la risa, que se da en Rosales es la convivencia de esos títulos que tanto por su longitud como por su enjundia ya conforman, por sí solos, un poema completo, con poemas brevísimos, auténticos haikus o aforismos, que o tienen un solo verso, y que, por lo tanto, una mirada rápida no entendería tan siquiera como poemas. Uno de los más bellos es el siguiente: “Sólo florece el agua que está queda”.
Además de Quevedo, hacen aparición en la poesía rosaliana, ya sea bajo la forma del homenaje, la reescritura o la dedicatoria, los nombres de Dionisio Ridruejo, Juan Ramón Jiménez y Miguel de Unamuno.