1. El mundo de las tradiciones (Prehistoria)
El proceso de hominización comienza hace 2 millones de años. Son muchas las especies de homínidos que han pasado por la tierra hasta que se ha impuesto la nuestra (homo sapiens sapiens), que tiene unos 200.000 años de antigüedad. Al tiempo que nuestra especie pasó hasta la aparición de la escritura (junto a otras invenciones como el dinero, la agricultura, la filosofía, la ciudad, etc. Que dieron lugar a las sociedades abiertas) se lo llama vulgarmente Prehistoria, pero hay un nombre mejor: “el mundo de las tradiciones”. Este nombre es más justo porque da cuenta de la forma cultural de la época. Lo que hoy llamamos cultura prehistórica, es decir, el conjunto de saberes que el hombre prehistórico conservó en su memoria porque le garantizaban la supervivencia lo debemos llamar tradiciones. Hoy utilizamos esa palabra para las costumbres que nos vienen del pasado. Estas costumbres unen a las sociedades, pero pueden ser seguidas o no. Hoy somos libres de vivir sin tradiciones. Es una tradición la fiesta local de nuestra ciudad, aunque podemos marcharnos de ella cuando se celebran y nuestra vida no se pone en peligro. El hombre prehistórico, sin embargo, no tiene elección: las tradiciones para él son el conjunto de conocimientos sin el cual muere: dentro de ese caudal de conocimiento están la caza, la costura, la oratura (literatura oral compuesta por cuentos, canciones, etc.), la recolección, la cocina primitiva, etc… No hay vida más allá de las tradiciones.
Estas tradiciones no son cuestionadas ni criticadas nunca por el hombre primitivo. No hay necesidad de polemizar, pues la tradición se justifica por sí misma. Si sigues las tradiciones vivirás. De lo contrario morirás. Las tradiciones primitivas son la mejor forma de representación de la unidad primitiva. Aristóteles dijo que el hombre es un animal social, y añadió que solo pueden estar solos los dioses y los animales. La filosofía, la oratoria y la política son imposibles en el mundo tradicional. Su única preocupación es la supervivencia. Este mundo solo conoce dos tipos de organizaciones sociales que son la horda y después la tribu. La horda es un grupo de pocas personas. La tribu es un grupo más numeroso. El hombre tradicional logra cohesionar a la horda y a la tribu gracias a estas tradiciones. No sirven para dividir ni para discutir, sino para unir. Si no hay unión en un mundo tan hostil como el primitivo, no hay vida.
Los dos grandes impulsos vitales del mundo tradicional son la crueldad y la alegría. El mundo es difícil y hostil, por lo que la risa ayuda a soportar estas dificultades. La forma de conservar y transmitir las tradiciones es la oralidad. La risa juega un papel fundamental en esta transmisión. Los ancianos transmiten las tradiciones a los jóvenes e incluyen risa y alegría para que lleguen mejor.
A la literatura del mundo de las tradiciones se la ha llamado literatura oral, pero este nombre es contradictorio, porque en la transmisión de la información no se utilizan letras. Un nombre mejor para esto es la oratura. Definimos oratura como el conjunto de obras artísticas verbales del mundo tradicional que el hombre prehistórico conservó y transmitió a sus semejantes oralmente.
Como el único objetivo del hombre primitivo es la supervivencia, la oratura tiene como único objetivo la unión del grupo social y su supervivencia. Los cuentos son un género oral que nació en las tribus con el descubrimiento de la agricultura. Hay cuentos conservados de esa primera época agrícola del hombre primitivo. Muchas tribus africanas aún los conservan y los cuentan. Estos cuentos tienen como objetivo denunciar las actitudes que no contribuyen a la unión y a la supervivencia del grupo. Además, le añaden la risa para que sean más efectivos, pues son contados a los niños. Un ejemplo son los cuentos de los bansoa, un pueblo agrícola del oeste de Camerún. Uno de ellos es relatado por una historiadora de la misma tribu y es el siguiente:
La mujer con las tetas kilométricas: Mi madre nos suele contar que, cuando era joven, había una mujer en su barrio que tenía tetas que podían medir más de un metro de largo. ¿Qué ocurrió? Esta mujer dio a luz. Cuando estaba preparando la comida, llegó a su casa un amigo de su esposo. Este había quedado con su esposo para ir a vender sus cabras al mercado. Pero llegó tarde, cuando el marido de nuestra protagonista ya se había marchado. En aquel momento no había coches, y la gente tenía que caminar. Había que salir muy de madrugada para evitar el sol.
Cuando el hombre llegó a casa de su amigo, se encontró con que este ya se había ido, lo que le molestó bastante. Estaba cansado, muy cansado y con mucha sed. La mujer, que estaba preparando la comida cuando llegó el hombre, le habló de la salida de su esposo al tiempo que seguía preparando su comida, pero no le invitó a sentarse un rato a descansar fuera de su casa, o que entrara un rato. Ni le ofreció ni siquiera un vaso de agua. El pobre hombre estaba en la puerta, con su bastón. Minutos después de su llegada, el hombre, siempre fuera de la casa, le preguntó a la mujer qué podía hacer. Esta le dijo que lo que quisiera, que podía regresar a su casa o continuar al mercado. La mujer terminó de cocinar, se sentó, comió sin darle nada al señor que seguía fuera, de pie, al lado de la puerta. Cansado y sediento, el hombre acabó pidiéndole agua a la mujer. Ella se lo dio, fuera. Cuando el señor acabó de beber, le tendió el vaso y, al mismo tiempo que lo hacía, le dijo las gracias en un soplo, y su soplo alcanzó las tetas de la mujer, desnudas. Hay que decir que en aquel momento la gente no llevaba ropa en la parte de arriba. Después, se fue.
Por la noche, las tetas de la mujer empezaron a picarle de manera exagerada. Su esposo le dio medicamentos tradicionales para calmar las picaduras, pero cada vez que la mujer tocaba sus tetas, las picaduras aumentaban y, cuando las rascaba, las tetas aumentaban de largura. La situación se tornó insostenible, con el bebé que lloraba sin parar, sin que su madre le pudiera amamantar por las picaduras, y la mujer, que lloraba sin parar, con sus tetas que se alargaban a ojos vistas. Al día siguiente su esposo la llevo a ver a todos los curanderos del pueblo, pero ninguno de ellos consiguió solucionar el problema. Extrañado, su esposo le preguntó qué había pasado el día anterior. La mujer le desenvolvió la película del día anterior y el hombre supo que su amigo era el que había provocado el mal de su mujer. La llevó a verlo, porque sabía que solo él podía solucionar el problema. Una vez en casa de su amigo, sin siquiera abrir la boca, el amigo empezó a regañar a la mujer por su tacañería. El esposo le rogó para que solucionara el problema; se negó. El hombre volvió a suplicar y a decirle que en nombre del bebé, que llevaba días sin mamar y sobreviviendo únicamente con el vino de rafia, que ayudara a su mujer. Finalmente, el hombre aceptó ayudar a la enferma. Salió un rato y volvió con una hierba que machacó y con la que untó las tetas de la mujer. Y las picaduras cesaron. Pero se negó a devolver a las tetas su tamaño de antes. Para castigar a la tacaña. Desde aquel día la mujer tuvo que atar sus tetas para poder trabajar.
Moraleja: no hay que ser tacaño. Nos podría pasar lo que a esta mujer. Los cuentos del mundo tradicional están allí para recordárnoslo, para instalarnos profundamente en la realidad, para ayudarnos a saber lo que debemos o no hacer. En África, si uno tiene algo, lo tiene que compartir con los demás, con el grupo, porque el grupo es lo primero, lo más importante. No hay sitio para los solitarios, los egoístas, los tacaños, que amenazarían la supervivencia de la comunidad.
2. La irrupción de la Historia
Allá por los siglos VIII-VI a.C. se dan toda una serie de invenciones y logros que terminan con la destrucción del mundo tradicional y con la llegada de lo que conocemos como la etapa histórica. La llegada del dinero, la agricultura a gran escala, las ciudades, la filosofía, el pensamiento, la economía, etc. dan lugar a sociedades numerosas y complejas, imposibles sin tales invenciones. Los conocimientos tradicionales son inservibles e inútiles en estas nuevas sociedades. Los sapiens ya no se organizan en pequeños grupúsculos autosuficientes que se dedican a la caza y a la recolección de cuanto necesitan. Sapiens se establece de modo fijo en ciudades masificadas que precisan de un poder que las dirija y de un grupo de ilustrados que las gestione. Estamos hablando de las castas de reyes, políticos y de los funcionarios. Nace con todo esto la desigualdad, que era inexistente en las sociedades tradicionales. Este nuevo contexto necesita de unos saberes nuevos, distintos a las tradiciones, consideradas inútiles. Nacen entonces lo que llamamos las disciplinas. Estas han llegado casi intactas hasta hoy. Las asignaturas de los colegios e institutos y hasta los grados universitarios son una muestra del saber parcelado en disciplinas. En un mundo complejo y abierto como este, no todos pueden dominar todo. Surgen los especialistas. Estos son los que saben de una sola disciplina.
La prioridad para el sapiens que ha entrado en la historia ya no es la supervivencia sino la felicidad. Sapiens debe buscar el trabajo que le hace feliz, se suele oír. Sin embargo, el hombre recién aterrizado en la historia no lo tiene tan fácil. Solo los hombres libres (ricos) pueden hacer esto. Pocos son los hombres libres de la Grecia o las ciudades persas y sumerias en la que la Historia nace en ese momento. Estas sociedades dependen de la esclavitud. Incluso la primera democracia de uno de los grandes oradores de la historia, Pericles, fue incomprensible sin la esclavitud. Gracias a esta los hombres libres podían dedicarse al cultivo y al estudio de las disciplinas.
En este momento histórico, el hombre libre debe ganarse un sitio en la plaza pública. Solo es relevante quien pueda salir vencedor en las conversaciones, en los discursos y en las polémicas (polemos en griego quiere decir ‘guerra’) políticas y ciudadanas. La mejor forma para ser relevante en el nuevo mundo es dominar la oratoria. Solo quienes dominan la oratoria son importantes. La importancia es política. La oratoria era imposible en el mundo tradicional. En el mundo histórico es fundamental desde la Antigüedad Mediterránea (griega).
3. La oratoria en la Antigüedad griega
Las disciplinas son el conjunto de saberes separados de los hombres libres en la época histórica. Los hombres que no son libres (esclavos, metecos, niños, enfermos, locos, etc.) no tienen derecho al cultivo de las disciplinas en la Antigüedad. Es curioso que una parte importante de los filósofos de la antigua Grecia fueran, en origen, esclavos. Platón, por ejemplo, lo fue hasta que quedó liberado y se dedicó a la disciplina de la filosofía, lo mismo que su maestro Sócrates.
Las disciplinas en la Antigüedad clásica griega fueron llamadas artes liberales (propias de hombres libres) y eran siete: retórica, dialéctica, gramática, aritmética, geometría, astronomía y música. La retórica no fue incluida en un principio en esta lista. Fue Posidonio de Rodas quien la incluyó.
En la Edad Media estas siete disciplinas eran las siete asignaturas que los nobles, burgueses y la gente del clero estudiaban en las escuelas monacales, catedralicias y en las universidades. Estos saberes se agrupaban en dos planes de estudio: el trivium, que incluía a las tres primeras disciplinas, y el quadrivium, que englobaba a las cuatro últimas. Adviértase el parecido muy razonable entre las asignaturas medievales y las actuales. Solo hemos sido capaces de añadir la historia (que era inexistente entonces y solo hemos tenido que esperar a que pasase el tiempo para escribirla) la gimnasia y la ideología (educación para la ciudadanía o religión). Hemos degradado, de paso, algunas otras de las integrantes.
La oratoria no es una disciplina como tal. Es considerada más bien un arte. Se dice que la oratoria es el arte de hablar ante un auditorio con el fin de convencerlo a la vez que se lo agrada. Al artífice de este arte se lo llama orador, y para llevarlo a cabo debe dominar la disciplina de la retórica. No se debe confundir la retórica con la oratoria. Mientras la retórica es la disciplina que estudia las reglas del lenguaje para producir textos (orales o escritos) bien construidos, la oratoria es la utilización de la retórica y su puesta en práctica en entornos orales con el fin del convencimiento y el placer de un auditorio.
En la Grecia antigua el estudio de la retórica y la oratoria estaban totalmente relacionados. Era difícil a veces distinguir una cosa de la otra. En esa época, la oratoria era una forma de alcanzar prestigio social y poder político. No había hombre libre que no aspirase a alguna de ambas cosas, por lo que debía dominarla. Ante esta nueva necesidad del mundo histórico surgen una serie de profesionales de la oratoria llamados logógrafos. Estos se encargaban de escribir discursos para los tribunales y las plazas públicas. Hoy, incluso, existen estos negros del discurso político, y quienes se dedican a la profesión política no tienen empacho en reconocer que no son ellos quienes escriben sus propios discursos. Uno de los casos más famosos es el del chico John Favreau (“Favs” sic), quien con 27 años le escribió los discursos al expresidente de los EEUU Barack Obama para su campaña electoral de 2008. Según la leyenda popular, uno de los más importantes se lo escribió en un establecimiento de la cadena Starbucks en Washington.
Lisias fue uno de esos logógrafos de la Antigüedad, aunque se cree que el mejor orador antiguo fue Demóstenes. Sócrates, el maestro de Platón dedicado a la filosofía fue un enemigo declarado de estos profesionales de los discursos orales. Él los llamaba sofistas. Según Sócrates, los sofistas no solo no amaban la verdad, como sí hacían los filósofos, sino que además cobraban dinero por su trabajo, de modo que fueron comparados por él con las prostitutas. Protágoras y Gorgias fueron los sofistas más relevantes de su época. Platón heredó del odio por los sofistas de su maestro y se enfrentó también con ambos dos. Aristóteles recogió las enseñanzas de estos sofistas y escribió su libro Retórica, que no ha sido hoy superado en su disciplina y sigue siendo una referencia.
Cuando las conquistas de los siglos III y II a.C. permitieron a los romanos conocer la cultura griega, la retórica fue acogida con entusiasmo por la nobleza filohelena (amante de lo griego); sin embargo, en el Imperio Romano se produce la decadencia de la oratoria por dos razones principales. La primera es que las facciones conservadoras la consideraban como una herramienta con la que manejar fácilmente al pueblo. Entendían que era una herramienta al servicio de la manipulación, por lo que era perjudicial para el Imperio. En un principio se logró la expulsión de los rétores griegos (161 a.C.), y luego de los romanos (92a.C.). Tiempo después los maestros de retórica volvieron a Roma, y este arte acabó por formar parte, junto con la gramática, de los planes de estudios de los jóvenes de la nobleza, con vistas a su preparación para la carrera política o el ejercicio de la abogacía. En segundo lugar, el acúmulo de poder en una sola persona (el emperador) que caracteriza al sistema imperial romano en su última etapa termina por quitarle el sentido a la oratoria. Esta ya no sirve para la contienda política porque las decisiones las toma el emperador y no necesita la justificación de nadie. Esto significará la caída del imperio en el siglo VI d.C.
Marco Tulio Cicerón fue uno de los mayores expertos en oratoria de todos los tiempos. De oratore es su libro más famoso. Marco Fabio Quintiliano mejoró incluso la obra del anterior con los doce libros de su De institutione oratoria. Esta obra es considerada la cumbre de las teorías sobre la oratoria.
4. Principios de la oratoria griega
4.1. Los géneros del discurso
La oratoria está basada en la retórica, «el arte del bien hablar». Los romanos la llamaron un arte, ars (gr. téchne), y por lo tanto era susceptible de ser enseñada y aprendida mediante reglas. La asimilación de estas reglas fue total por parte de los romanos, que se limitaron a traducir y adaptar al latín la terminología griega.
La primera distinción que cabe hacer para comprender la retórica griega es su clasificación de los tipos de discurso. La mejor teoría de los géneros del discurso es la que expuso Aristóteles en su Retórica. Allí distingue los géneros según tres categorías temporales, que pueden aparecer mezcladas:
- Los géneros del futuro (genus deliberativum) son géneros que se orientan a mejorar el mundo, a mostrar el deber ser. Aristóteles concibe así la política.
- Los géneros del presente (genus laudativum) son epidícticos, y se agotan en la señalación de los méritos de su objeto o tema, en una retórica de elogio y censura.
- Los géneros del pasado (genus iudiciale) se orientan a juzgar el valor de una acción, su carácter moral. Son los géneros forenses.
4.2. Fases de la oratoria
Para elaborar un discurso, según los griegos, el orador debe seguir las siguientes fases:
- Inventio: El orador extrae las posibilidades de desarrollo de las ideas verdaderas, o verosímiles, que le permitan probar su causa.
- Dispositio: Es la distribución adecuada, en el lugar oportuno dentro del discurso, de las ideas y pensamientos encontrados gracias a la inventio.
- Elocutio: Traslada al lenguaje las ideas previamente extraídas y ordenadas; suministra el «ropaje lingüístico»: selección de los términos apropiados, orden en la frase, ritmo, empleo de figuras retóricas, etc.
- Memoria: Es el ejercicio por medio del cual se llega a dominar el conjunto del discurso y la distribución de cada una de sus partes. Un discurso leído era algo insólito. La memoria se cuenta entre las cualidades que el orador debe tener por naturaleza.
- Pronuntiatio: Afecta a la exposición oral del discurso. El orador debe desarrollar determinadas técnicas para modular la voz y controlar los ademanes y desplazamientos, que deben acomodarse al tono y al asunto de que se vaya a hablar.
4.3. Partes de la dispositio
El discurso pronunciado por el orador debe tener estas partes en el siguiente orden:
- Exordium: es el comienzo y su objetivo es ganarse la simpatía del auditorio hacia el asunto.
- Narratio: aquí se hace partícipe al auditorio del estado de la cuestión, exponiendo de manera concisa, clara y verosímil los hechos sobre los que se va a tomar una decisión. La verosimilitud se consigue mediante la correcta concatenación de los siete elementa narrationis, elementos de la narración’: “quién”, “qué”, “por qué”, “dónde”, “cuándo”, “cómo” y “con qué medios”.
- Argumentatio: es una confirmación complementaria de la narratio, que hace hincapié en lo que favorece al orador. Algunos tratadistas dividen la argumentatio en dos partes, distinguiendo la presentación de las pruebas favorables (confirmatio, probatio) y la refutación de las pruebas desfavorables (refutatio, confutatio).
- Peroratio: la parte final del discurso tiene un doble objetivo: refrescar la memoria haciendo una recapitulación, e influir en los sentimientos del auditorio.
5. La oratoria en las arengas
La oratoria es la lucha por la razón pública entre los hombres libres. Es una herramienta interna pero también externa, dirigida al pueblo y a los hombres no libres para justificar la desigualdad. Es una herramienta que justifica la desigualdad en las sociedades abiertas. Está presente la oratoria en géneros del discurso que sirven para convencer a otros de acciones que deben llevar a cabo. Esas acciones son la guerra, normalmente. El género más importante son las arengas. La arenga es un discurso militar que tiene como objetivo infundir ánimo en las tropas ante una batalla que se prevé complicada. Hay arengas modernas muy famosas. Un ejemplo es la del general Patton al ejército norteamericano en el final de la II Guerra Mundial en 1944:
“¡Muchachos!, estas historias que algunos medios están difundiendo por ahí sobre que América quiere mantenerse al margen de esta guerra, que no quiere luchar, son un montón de mierda. A los americanos tradicionalmente les ha encantado luchar. Todo verdadero americano ama el rugir de la batalla […] No todos vosotros vais a morir. Solo el dos por ciento de los que estáis hoy aquí morirá en combate. No se debe temer a la muerte. Con el tiempo, la muerte le llega a todo hombre. Y todo hombre está asustado en su primera batalla. Si dice que no lo está, es un maldito mentiroso […] Un ejército es un equipo. Vive, duerme, come y lucha como un equipo. Todo este asunto de la heroicidad individual es un montón de estiércol. […] Mis hombres no se rinden, y no quiero oír que ningún soldado bajo mi mando ha sido capturado si no es porque lo han herido. Incluso si os hieren, todavía podéis seguir luchando […] Todos y cada uno de los hombres de este ejército juega un papel vital. Cada hombre es un eslabón vital de una gran cadena. […] Por supuesto que queremos volver a casa. Queremos terminar esta guerra. La manera más rápida para hacerlo es ir a por los bastardos que la empezaron. Mientras más rápido sean borrados del mapa, más pronto volveremos a casa […] La guerra es un asunto sangriento y mortal. Tendréis que verter vuestra sangre, o ellos tendrán que verter la suya. Desgarradles el vientre. Dispararles en las entrañas […] De vez en cuando habrá quejas de que estamos exigiendo mucho de nuestra gente. Me importan una mierda ese tipo de quejas […] Hay una magnífica cosa que vosotros muchachos podréis decir una vez haya acabado la guerra y estéis otra vez en casa. Podréis estar agradecidos que dentro de 20 años cuando estéis sentados al calor de la lumbre con vuestro nieto en la rodilla y os pregunte que hicisteis en la segunda guerra mundial, no tendréis que toser, cambiarlo de rodilla y decirle, «Bueno, tu abuelito cargaba estiércol en Louisiana». No señor, lo podréis mirar fijo a los ojos y decirle, «Hijo, tu abuelito marchó con el Gran Tercer Ejército y con un maldito hijo de puta llamado George Patton». Eso es todo.”
Patton no destacaba por su elocuencia. Otra de las más importantes es la que dirigió Churchill al pueblo inglés tras su toma de posesión como presidente de la cámara de los comunes en Gran Bretaña. No es estrictamente una arenga militar, sino política. Pero la dificultad del momento, con luchas políticas internas y la amenaza nazi haciendo peligrar la democracia y la paz mundial hizo famosa a esta alocución que ha sido titulada “Sangre, sudor y lágrimas”. En final dice así:
Tenemos ante nosotros un desafío de lo más doloroso. Tenemos ante nosotros muchos, muchos largos meses de lucha y sufrimiento. Me preguntáis, ¿cuál es nuestra política? Puedo deciros: es hacer la guerra, por tierra, por mar y por aire, con todas nuestras fuerzas y con toda la fortaleza que Dios pueda darnos; hacer la guerra contra una monstruosa tiranía, nunca superada en la lamentable historia de la criminalidad humana. Esa es nuestra política. Me preguntáis, ¿cuáles son nuestros objetivos? Responderé con una sola palabra: la victoria, victoria a cualquier coste, victoria a pesar de cualquier terror, victoria, no importa lo largo y duro que el camino pueda ser; porque sin victoria, no hay supervivencia.
Hagamos que se produzca; no habrá supervivencia para el Imperio Británico, no habrá supervivencia para todo lo que el Imperio Británico ha defendido, no habrá supervivencia para el estímulo y el impulso de todas las generaciones, para que la humanidad avance hacia sus metas. Pero tomo posesión de mis funciones con optimismo y esperanza. Estoy seguro de que nuestra causa no fallará a los hombres. En el momento presente me siento con derecho a reclamar la ayuda de todos, y digo, «venid entonces, avancemos juntos con nuestras fuerzas unidas».
Hay arengas militares también en la actualidad: son las arengas deportivas. Las arengas futbolísticas son muy famosas. Con el avance de la civilización y la minimización o la sofisticación de la crueldad las arengas se transforman. Se debe convencer de ganar un partido, pero también de ganar el voto (la democracia es el cambio de gobierno sin verter sangre sobre la tierra) o de seguir en el poder (presupuestos del Estado).
Las arengas militares son indirectas gracias a ala sofisticación de la guerra. La llamada Guerra Fría es uno de los episodios más importantes de los últimos años. Esta no ha derramado sangre, pero ha significado el derramamiento de dinero más importante del mundo por la supremacía en el espacio exterior y en la defensa mediante armas nucleares y escudos de defensa vía satélite. Fue llamada la guerra de las galaxias. Enfrentó a EEUU y a la URSS y tan violenta fue que terminó por la destrucción de la segunda y su segmentación en diferentes países, debido al elevado coste económico y al derrumbamiento del comunismo. La conquista de la luna fue uno de sus episodios fundacionales y John F. Kennedy se vio obligado a justificar el gasto en semejante objetivo ante su país en un discurso memorable. En ese discurso dijo que gracias al trabajo de todos los americanos se podría poner al hombre en la luna, independientemente del trabajo que cada ciudadano ejecutase. De modo que cuando Neil Armstrong pisase la luna, todos los estadounidenses, y por extensión los humanos, estarían pisando a la vez el satélite. Tan convincente fue el presidente con ese discurso que, tras pronunciarlo, y encontrándose este en La NASA de visita oficial para supervisar los preparativos de la misión Apollo XI, dice la leyenda que se cruzó en uno de los pasillos con un limpiador que fregaba los suelos de las instalaciones. Kennedy preguntó al empleado cuál era su trabajo ese día en la NASA y este le respondió: “Estoy ayudando a poner un hombre en la luna”.
6. La oratoria moderna: «el empresario de sí»
A pesar de que nuestro mundo ha llegado a tener una cierta sensación de paz generalizada, la crueldad y la alegría siguen siendo los motores de la vida. La crueldad simplemente se ha sofisticado. Pero sigue allí. Las guerras entre países se hacen con armas a distancia (drones, bombas inteligentes) o con herramientas financieras (cierre de cuentas y de crédito a países canallas, rogue states). A pesar de que solo las vemos por televisión, el mundo sigue viviendo en permanente guerra.
Nuestra vida en las sociedades democráticas avanzadas también es una guerra, y lo es porque vivimos en sociedades desiguales. Vivimos en una guerra civilizada, pero guerra. Es la guerra de la justificación de la existencia personal. En las sociedades abiertas (masivas) el objetivo de los individuos es justificar su necesidad. Nadie, realmente, es necesario en una sociedad masiva. Por lo mismo, ya nadie muere realmente de hambre en las sociedades occidentales. Los sistemas de cobertura de la pobreza lo han hecho posible. Se puede ser pobre, pero al menos no se muere de hambre. Las necesidades realmente básicas las han cubierto los estados garantistas de derecho. Sin embargo, aspiramos a tener un empleo o más que un empleo: algo que nos satisfaga y nos haga mejores que los demás (más ricos). Para acceder a la empleabilidad se debe contar con una titulación y se deben pasar filtros de convencimiento de nuestra necesidad. Estos pueden ser entrevistas de trabajo en el empleo privado por cuenta ajena, oposiciones en el empleo estatal, o pueden tener otra forma en el empleo por cuenta propia: la creación de tu propio puesto de trabajo.
Cuando creo mi propio puesto de trabajo quien se vende realmente soy yo. La oratoria me permite venderme. Me convierto en el empresario de mí mismo. El mundo moderno es el de la creación de las necesidades. El hombre primitivo tenía unas necesidades, pocas, y las cubría a diario (supervivencia). Hoy, al tenerlas cubiertas, debemos crear necesidades nuevas para ser realmente necesarios. Para ser necesario debo inventar una necesidad a la que yo daré la solución que otros me comprarán. Steve Jobs decía que para crear productos nuevos no se debía preguntar a los consumidores qué necesitaban. Más bien al contrario, se les debía enseñar lo que iban a necesitar. Él creía que el consumidor no sabe lo que necesita hasta que tú se lo enseñas. Nadie necesitó un iPad hasta que él lo enseñó. Y lo hizo mediante una presentación de producto (oratoria).
La oratoria es fundamental para convencer a los demás de nuestra necesidad. Mediante la oratoria, puedo fabricar la sensación de escasez en los compradores y puedo rellenarla con mis productos, servicios o soluciones, es decir, conmigo mí mismo.
El esquema de la fabricación de necesidades es el esquema que los psicoanalistas llaman la fantasía. Creo a las víctimas a las que luego salvo. Hay muchos ejemplos audiovisuales (películas, series, etc.) de esto: los personajes de Clint Eastwood, Breaking Bad son dos ejemplos. Esto no es una crítica de este sistema sino una descripción. No parece que tengamos ninguna alternativa a este sistema. Por lo tanto, debemos dominarlo para salirnos con la nuestra. Warhol decía que el arte es salirse con la tuya. También decía que los negocios son el mejor arte. Que sin dinero no hay arte posible. C. Tangana dice lo mismo, que los negocios no destruyen el arte, sino que lo hacen posible.
El mundo empresarial es el que mejores ejemplos ofrece de oratoria. Dentro del mundo de la empresa, las presentaciones tecnológicas, como las de Apple en Cupertino, son de las mejores. Todo el mundo trata de aprender de ellas. Incluso es muy famoso el discurso que Steve Jobs dio en la universidad de Stanford (California) en 2005, en el que dio valiosas lecciones para el mundo empresarial.
Uno de los productos de oratoria más importantes de la actualidad son las charlas TED. Estas charlas TED son famosas porque mediante ellas, personas que dominan un campo concreto, especialistas, exponen grandes ideas que merecen ser compartidas y difundidas por el mundo. De hecho, el lema de estas presentaciones es “ideas worth spreading”. El formato de18 minutos de presentación se ha estandarizado, y se cree que es la mejor forma de presentar una idea ante alguien para convencerlo. Hay libros acerca de cómo fabricar una charla TED que están basados en la oratoria y en la retórica griega y romana.
En realidad, estas charlas no son un invento tan nuevo como parece, pues la oratoria sigue teniendo el mismo objetivo que el que tuvo con la irrupción de la Historia en la Antigüedad: la justificación de la desigualdad.